¿En Miami se vive o se sobrevive? Lo que hay que hacer para cubrir los gastos básicos
>> 26 de octubre de 2018
En 1981, Antonio Marrero, un cubano llegado a Miami por el puente
marítimo Mariel-Cayo Hueso un año antes, tenía tres empleos. Trabajaba
el turno de la madrugada en un almacén de las tiendas Sears.
Después de
dormir unas horas se iba en la tarde a despachar en una gasolinera, en
la que le vendía plumas a los clientes mientras les ponía combustible en
el carro. Todo esto a la vez que estudiaba para sacar su licencia de
vendedor de bienes raíces.
“Yo tenía un objetivo, estaba
ahorrando para comprarme una casa y traer a mi familia de Cuba”, recordó
Marrero sobre sus comienzos en Miami, una ciudad que entonces
enfrentaba una oleada de recién llegados, los “marielitos”, que buscaban
trabajo en lo que fuera para comenzar su vida en este país.
“Nunca me quejé porque sentía que
tenía un futuro por delante, que si trabajaba duro lograría lo que yo
quisiera”, dijo Marrero, de 72 años, que antes de retirarse, era dueño
de una compañía de real estate y otra de procesamiento de préstamos
hipotecarios.
Hoy sigue predominando la ética
de trabajo típica de los inmigrantes entre la mayoría de los miamenses,
pero con una gran diferencia, muchos se ven obligados a tener varios
trabajos para pagar los gastos mensuales básicos.
Sobrevivir en una ciudad que por segundo año consecutivo fue señalada
como la peor del país por los altos precios de los alquileres, obliga a
muchos a alargar la jornada regular de trabajo de los estadounidenses a
más de 40 horas a la semana.
El costo de la vivienda es la carga más severa. Un informe emitido en septiembre por el sitio Aparment List indicó que el 30 por ciento del salario del 62.7 por ciento de las familias en Miami se destina a pagar la renta.
En octubre del 2017, el portal de finanzas Howmuch.net
publicó un estudio que indicaba que los residentes de Miami tenían que
trabajar 109 horas mensuales para pagar la hipoteca de su casa. Miami
ocupó la tercera posición entre las 98 ciudades de Estados Unidos
incluidas en el informe, que comparó el ingreso promedio de los
residentes, de acuerdo con datos del Censo, con los precios de la
vivienda, según Zillow.
Un informe
de junio de la Coalición Nacional de Vivienda de Bajos Ingresos indicó
que un inquilino tiene que ganar $25.95 por hora, más de $54,000
anuales, para pagar lo que se considera la renta promedio en Miami,
$1,350 mensuales. Los miamenses saben que en realidad esta cifra resulta
casi imposible de encontrar en la mayoría de los vecindarios, donde el
alquiler de un apartamento de dos cuartos y dos baños oscila entre
$1,500 y $2,300.
Así, alguien que gane el salario
mínimo en la Florida ($8.25 por hora), debería tener tres trabajos a
tiempo completo —es decir, trabajar más de 120 horas a la semana— para
pagar un apartamento de dos habitaciones en Miami.
Si bien la vivienda es la carga
mayor, a esta se suman el costo de la canasta básica de alimentos, el
seguro y la mensualidad del auto, el cable de televisión o la
suscripción a Netflix o Amazon; la conexión a internet y el pago del
celular.
La base de datos global Numbeo
resumió estos gastos, y añadió otros como el del entretenimiento, el
cuidado de los niños y la ropa, y determinó que el costo de la vida en
Miami para una familia de cuatro, descontando la vivienda, es de $3,667 mensuales.
Los malabares de los miamenses
Ibetti Pérez, una actriz cubana que tiene tres trabajos, conoce en carne propia el juego de la supervivencia en Miami.
De lunes a viernes se levanta a
las 3 a.m. para llegar a su empleo de productora de una revista matutina
en una emisora de radio y televisión, en un trabajo de tiempo completo.
Los fines de semana da clases en Gira-Sol, su grupo de teatro para
niños, y cada vez que le ofrecen un papel en una obra de otro grupo
también lo acepta.
“Ahora me estoy aprendiendo el texto para una obra de teatro. El otro
día me paró un policía porque grité en el carro: ‘Dios, sáquenme de
aquí’, y pensó que me pasaba algo”, contó Pérez sobre los pocos momentos
que tiene libre y aprovecha para prepararse para la obra.
“El único día que descanso es el domingo, y cuando tengo algún proyecto como un documental, también trabajo”, acotó.

La actriz
Ibetti Pérez prepara a sus alumnos del grupo de teatro Gira-Sol. Pérez,
también trabaja como productora de radio y televisión para cubrir sus
gastos mensuales.
“Ahora ya la competencia no es de
talento, es de dinero, pides menos salario para que te den el trabajo”,
explicó Pérez, que considera que este es uno de los momentos más
difíciles en su campo de trabajo porque bajan los salarios y se duplica
el trabajo.
Julián, un técnico de sonido que
prefirió no dar su apellido, fue despedido de una de las cadenas de
televisión nacional que tienen sede en Miami después de 15 años de
trabajo.
“Estuve pintando techos y haciendo Uber”, contó sobre los trabajos a destajo para “pagar las cuentas”.
Después de considerar volver a
Perú, el país natal de su esposa, Julián consiguió un empleo como
sonidista el mes pasado, que al principio fue a media jornada y luego le
aumentaron hasta llegar a las 40 horas semanales. Ahora está esperando a
ver si le dan beneficios de salud.
Aún así, aceptó una oferta de
trabajar los fines de semana como parte del equipo de mantenimiento de
un hotel, porque ahora gana menos al empezar en un nuevo trabajo y no le
alcanza para enfrentar todos los gastos.
Tobias Pfutze, profesor de economía de Florida International
University (FIU), señaló que Uber se ha convertido en un segundo trabajo
para muchos que lo utilizan para completar el presupuesto mensual.
“El problema que enfrenta Miami
es que los salarios y los sectores donde trabaja la mayoría de la gente
son bastante precarios”, apuntó.
Si bien tanto Ibetti Pérez como Julián son inmigrantes que llegaron ya adultos a Estados Unidos, los millennials nacidos en Miami también enfrentan igualmente un panorama laboral poco esperanzador.
Tomas Benach, de 23 años y
graduado en Comunicaciones de la University of South Florida en Tampa,
tiene dos trabajos desde julio. Trabaja 45 horas semanales, incluyendo
los fines de semana, como productor en el turno de la noche en una
televisora local y como comentarista deportivo en Barry University.
“Yo esperaba que iba a ser
difícil encontrar trabajo, pero no contaba con que los precios de la
vivienda iban a estar tan altos”, dijo Benach sobre lo que halló al
regresar a Miami, después de terminar sus estudios.
El joven, que paga las
mensualidades de un préstamo estudiantil de $7,000, vive con su madre y
está ahorrando para comprarse una casa.
“Cuando logre comprarla, sé que
tendré que mantener el segundo trabajo”, dijo Benach, reconociendo
además que los trabajos creativos y en el campo de las artes no pagan
salarios altos.
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Para Alejandro Portes, coautor del libro The Global Edge: Miami in the XXI Century
(University of California Press, 2018), Miami es una ciudad global de
importancia financiera y económica para todo el hemisferio, que juega un
papel similar al de Singapur en el suroeste de Asia.
Sin embargo, esta condición de Miami como ciudad global genera una desigualdad entre sus residentes.
“Miami presenta una clara
bifurcación espacial y social entre las elites asociadas con los bancos,
el desarrollo immobiliario, el comercio marítimo y aéreo y el turismo y
el resto de la población, confinada a trabajos de servicio manual de
baja remuneración”, dijo Portes, profesor emérito de sociología de la
Universidad de Princeton y de leyes de la Universidad de Miami.
Portes concluye que Miami ha
avanzado enormemente en el último cuarto de siglo, pero los frutos de
ese avance se distribuyen muy desigualmente entre las élites educadas en
las universidades y la clase trabajadora.
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por Sarah Moreno - elnuevoherald.com
smoreno@elnuevoherald.com
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sacamelao
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