Netflix y República Dominicana, lo que se debe saber
>> 13 de julio de 2019
Marlon Soto / acento
Muchas personas han emitido diversas opiniones sobre el caso Netflix.
Un hecho conocido por los que hemos trabajado con realizadores
estadounidenses, o hemos aprendido de ellos, es que no ponen en riesgo
ni a su personal ni su capital, bajo ninguna condición.
Las dos cosas son caras de una misma moneda. Es una lógica de acero:
al proteger a los que hacen posible sus productos de alta calidad,
protegen también su inversión. Es un asunto de dinero, puro y simple.
El otro aspecto de ese mundo altamente especializado y tecnificado es
que no se permite el más mínimo espacio para errores, ni hay segundas
oportunidades, porque poderosos sindicatos protegen como fieras los
derechos y las vidas de los trabajadores de esa industria.
Y un fallo en ese aspecto le puede costar millones a un estudio, y puede hasta llegar a derrumbarlo.
Sus cálculos ante eventos como los que están sucediendo en nuestro
país, sean exageraciones o no, no se basan en discriminación ni
prejuicios, sino en la matemática de las probabilidades.
Hay cierta probabilidad de que lo que esté sucediendo sea real, o una
gran mentira en nuestra contra, o simples coincidencia del destino.
De cualquier forma, ellos prefieren no jugar jamás con las
probabilidades que pueden ir en su contra. Si saben que es posible que
haya un león suelto a 50 kilómetros de distancia del rodaje, para estar
100% seguros de que no se asomará ni a 25 kilómetros, se mudan con su
producción a otro continente, donde no hay leones. Buscan la seguridad,
pero la que viene sin ningún asomo de lo azaroso. Sus razones son de
“peso”.
Debemos darles el beneficio de la duda. Lo que han hecho no es una
maniobra arbitraria. Si hay algo que los grandes ejecutivos de Hollywood
aprendieron desde el inicio de la industria del cine es que ese nuevo
tipo de entretenimiento dejaba dinero. Y deja más dinero si se hacen
bien las cosas, si se entretiene mejor al público.
Es una estructura ideada para divertir, y hacer que, si usted pagó
por ese servicio, se vaya satisfecho. De ahí el gran valor de producción
de sus creaciones. Y eso implica un mínimo de dudas, de fallos, y de
improvisaciones. Es algo que nosotros como industria todavía no hemos
asimilado.
La decisión de Netflix es totalmente una decisión basada en qué es lo
más conveniente para una producción, que no es otra cosa que un negocio
de millones de dólares. Y es que cada película es considerada como una
empresa en sí misma, legalmente hablando.
Por eso, aunque usted vea al inicio de los créditos de diez
producciones el logo de la Warner Brothers, más adelante, en esos mismos
créditos, y en cada una de esas diez películas, aparecerá otro logo de
una compañía que no aparece en las otras.
La Warner, como distribuidor, en muchos casos, solo actúa como
intermediario para la venta (exhibición) de cada una de esas
producciones independientes, llevándose un gran porcentaje del negocio.
Por razones parecidas, cuando Netflix hace o compra películas, son
también productos individuales, cada uno con su estructura financiera y
sus características particulares. Y son esas peculiaridades las que
definen las decisiones que se toman.
¿Qué podemos hacer ahora de nuestro lado? Nada. Aceptar las
consecuencias. Es casi imposible que después que una producción decide
irse de un lugar vuelva, porque significa perder más dinero y tiempo,
que en el cine son la misma cosa.
Porque no nos equivoquemos, esa decisión que Netflix ponderó con
todas las cartas sobre la mesa les ha costado dolores de cabeza y
dinero.
Y me gustaría saber cuánto porque ese monto dará una idea de lo que
los demás estudios podrían perder también si deciden filmar aquí, y les
ocurre algo parecido, por la razón que sea.
Este hecho que ya ha corrido por todos los pasillos de los grandes
estudios, lamentablemente nos ha hecho retroceder años, y años nos
costará recuperarnos.
La experiencia demuestra que cuando a una producción de Hollywood le
ocurre un problema en un país, repercute en la comunidad entera de
productores a nivel mundial, y les puede tomar mucho tiempo recobrar la
confianza.
En el 2010 advertí que no vendrían las mega producciones de Hollywood
con la que nuestro país soñaba ya que estábamos sobrestimando nuestra
capacidad de manejar estas altamente organizadas producciones y sus
estrictos procedimientos.
Abogaba entonces por un proceso más lento y cuidadoso, usando la
propia ley para elaborar un plan a mediano y a largo plazo, con el fin
de evitar la catástrofe de «Miami Vice», que nos puso en una lista
negra.
En ese entonces no teníamos la capacidad de entender verdaderamente cómo funciona el cine altamente organizado y especializado.
Ya estamos de nuevo en esa lista negra. Pero somos así, todo lo
queremos ahora, sin investigar las consecuencias y sin tomar en cuenta
las opiniones de los que realmente entendían esa ley porque hicieron las
investigaciones de rigor, y colocaron en ella y su reglamento, con puño
y letra las ideas fundamentales. Lo demás fuerelleno.
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